jueves, 1 de marzo de 2012

El pícaro


Picaresca

 ¿Hay que hacer una gran obra?
- Pues vamos a nuestro asunto:
“Sepan los hombres de ciencia
que el que termina comienza”.
Y con esta maniobra
llegamos al primer punto.

 Nace el héroe en esta estrofa
entre gritos de su madre
y avemarías del cura:
mire usted si no es locura,
aunque lo tomen a mofa,
que no se supiera el padre.

 Malos años de chiquillo,
peores de jovenzuelo…
pero volvamos al pillo:
Empezó por monaguillo
(buen empezar, desde luego,
hasta morder el anzuelo)

dio por gustar de lo tinto
y por ende que sabía
pernocta en la sacristía
decidió que más segura
satisfacción la instinto
daría en meterse cura.

Un mes en el seminario
llevaba con gran contento;
llena la panza a diario
paseaba solitario
tras la tapia del convento
con todo recogimiento.

Sólo un ángel pudo ser
(una moza que pasaba)
no sé cómo dio a entender
que urgente necesitaba
satisfacción y consuelo.
Y todo le dio en el suelo.

Por las misas que llevaba
oídas de más decía
que acaso muy bien podría
gastárselas en asaltos
y a la gente que pasaba
la saludaba con: ¡Alto!

Tres cárceles visitadas,
doce palizas y un tiro
es cuanto le quedaba
además de veinte años,
quince hijos con engaños
dejados entres suspiros.

 Decidió que los caminos
y las ventas y mesones
no son tan ricos filones
como las ricas solteras;
así que de esta manera
probó este nuevo destino.

Con canciones, con guitarras,
sutiles insinuaciones
y posturas más bizarras,
enamó
rose a una dama
bella, rica y con pasiones
encendidas como llamas.

 Tan fácil resultó todo
que esa noche larga y bella
se juntaron en su cama.
Supo luego que se llama
mal francés a cierto modo
de purgar la falta aquella.

Enfermo y desalentado,
sin dinero, sin amigos,
el cuerpo desfigurado,
y la ilusión perdida,
dio en convertirse en mendigo
mientras durara su vida.

La guerra estalló aquel año.
Ejércitos enemigos
luchaban encarnizados.
Nuestro héroe era testigo
de las heridas y daños
de sus paisanos vencidos.

Pero el destino severo
también le asignó desgracia:
fue cogido prisionero.
Delante de los fusiles
prometió, pidiendo gracia,
traiciones de las más viles.

 Ya la guerra ha terminado.
Un anciano peregrino
se detiene en la montaña.
Muy lejos de los caminos
en una oscura cabaña
alguien redime el pasado.


CANCIÓN