Corre toro
Corre, toro, salpicándole de arena;
abre un surco para lecho de la sangre:
de la carne asaetada tengo hambre
y siento sed de la linfa de sus venas.
No le asustan, negro toro, ni le apenan
tu ballet al son de hierros y calambres,
en tu carne roja flores con estambres
se deshojan por tu piel y te envenenan.
tu ballet al son de hierros y calambres,
en tu carne roja flores con estambres
se deshojan por tu piel y te envenenan.
Arremete, noble toro, resoplando
contra el paño que se dobla y se menea:
deja al diestro que se vaya confiando.
Ten paciencia que al final de la pelea,
lento el cuerpo y el acero penetrando,
tu cuerpo le atraviese y no lo crea.
lento el cuerpo y el acero penetrando,
tu cuerpo le atraviese y no lo crea.
CANCIÓN
Puede ser que alguien interprete este poema como un alegato animalista con una crudeza innecesaria y cruel. Tener más empatía con el toro que con el torero puede sonar a barbaridad ética. Pero sirva acaso el poema como toque de atención a la barbaridad aceptada de infringir torutra y muerte a unos animales (a los que se considera nobles por no llamarles "mártires" que sonaría más ofensivo a nuestro género animal).
ResponderEliminarIdealizamos la figura del torero; pero no es más que un matarife que arropa su oficio con la pretensión de arte.
La épica de la muerte y la violencia no son escusas.