lunes, 16 de mayo de 2016

¿Para qué sirve un poema?


Un poema sirve para pensar:
lo construyes en tu mente
convocando los recuerdos,
ordenando las ideas,
probando alianzas de razones
que buscan maridajes perdurables.

Un poema sirve para sentir:
es barajar emociones;
mostrar afectos, 
repartir penas,

regalar alegrías, 
acercar caricias
y jugar con las sorpresas.

Un poema sirve para curar;
es terapia de papel y pluma,
receta de los milagros...
El principio activo de los versos
es la humilde medicina del alma,
dosis de palabras que alivian y sanan;
conjuro en papel que vivifica el espíritu.

Un poema sirve para hablar
en primera o segunda persona:
contigo, con Dios, con uno mismo;
con él desconocido que se hace tú;
con otro yo, o yo mismo en todo tiempo.

Un poema sirve para soñar,
para armar edificios imposibles,
para imaginar lo que nunca vimos, 
y dibujarlo en el papel con las estrofas;
para iluminar lo que se apagó
para apagar lo que brilla demasiado.

Un poema sirve casi para cualquier cosa; 
pero no vale para hacerse rico,
ni perseguir la gloria en el instante,
solo, acaso, para vivir pobre,
para tener poco, 
para luchar mucho y 
para ser el secreto guardián
de una rara felicidad.

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