lunes, 14 de julio de 2025

Eschando a Los Ramones

 Eschando a Los Ramones

 ¡Ritmo, Hei!, ¡Ritmo, Hei!

Giran Los Ramones incontenibles
en el casete plateado.
Vibra el altavoz tras la rejilla
y mi pluma baila con su ritmo:
¡Hei, hei, hei-hei-hei!
Vuelven los acordes facilones:
pegan fuerte Los Ramones,
me producen sensaciones,
increíbles emociones,
Los Ra-Ra-Ramones.
La guitarra a contra ritmo del bajo
(sigue la batería imperturbable)
y la voz rara y monótona
ahora se emociona levemente.
Como un leñador con su madera
el batería machaca su caja,
el coro se funde en una voz…

Y empiezan otra vez.
Ritmo fuerte,
acordes a presión,
cana el solista,
desgrana las fáciles escalas,
como recitando un poema…
Siguen los acordes de dos segundos
y una enojosa sensación de rallado
sabiamente mezclada.

Una cierta dulzura en la nueva melodía
se escapa ahora de la voz enronquecida:
melodía enternecedora,
un desgarrado grito de tristeza.
La voz le tiembla,
vibra de emoción.
Imagino letras preciosas.
Seguro que habla de una chica
bonita, sencilla, de ojos victoriosos
y mirada cobarde…
La guitarra toca bajito,
lo importante es la voz….
se pierde el sonido…
se van… se van…
acariciando por última vez el oído.

Pero vuelven otra vez
y se ríen de ti con el cua-cua
y el ritmo incontenible
que estremece las membrana de los bafles.
Distorsiones efectistas
acaramelan las últimas notas
y sigue el cua-cua
que acaba con un horrible estallido.

Un, dos, tres, ¡caña!
de nuevo la batería es un rápido reloj.
Ya está. La melodía se repite
y la rítmica se torna
conservadoramente fácil.
Están otra vez rayando el disco.
Insulta el solista a la guitarra
y esta le responde histérica.
Un, dos, tres, cuatro, cinco, ¡seis!
Ahora van fuerte con el ritmo
pero la melodía se apodera de la cinta.
Diez trenes pasan por la estación
y el solista despide un talgo imaginario;
la ciudad atormentada en hora punta.
Él grita desde la soledad,
lleno de desgarradora ternura…
Los agudos ahora, aceleran los latidos,
la herida del cuchillo va directa a la garganta,
un sabor ácido a limón me baña los dientes,
un afilado cuchillo penetra en mis oídos.
El solista se pierde entre los ruidos
de la percusión y de la acústica
y su voz, apenas perceptible,
adrede impotente,
se suicida voluntariamente,
desde el botón del volumen.

Otra más: Un, dos, tres…
vuelve de nuevo
silabeando las palabras
como golpes de batería.
El ritmo tan ligero se vuelve lento,
la distorsión, rápida y hábil,
recuerda el canto gregoriano.
El bajo y la acústica se dan la mano
y corren juntos por la escala
jugando a ganar una veloz carrera.
El sonido es opaco,
apenas lo traspasa la voz del batería
haciendo la cuenta atrás para la próxima salida:
¡One, two, three!

La moto se ha puesto en marcha,
la primera, la segunda,
las cuerdas azotan la guitarra
y su aullido aterrador:
violencia y distorsión,
es un grito de odio,
un grito de angustia,
de socorro.

Después parece que el herido ha muerto
y sus ayes se hunden lentamente
en el fondo de un río.
Me tiembla la mano al compás
de una inesperada canción de amor.
De nuevo la emoción
navega a raudales por los cables del control.
¡A love you! , ¡A love you!
El ritmo se serena,
la batería se oculta con respeto
el bajo se pierde en este bosque
y suena lejano y triste…
Van ya veinte ¡A love you!
y se aproxima el fin
con distorsiones de la rítmica
y el bajo burlón en el último te quiero,
riéndose del último beso,
dado momentos antes
de un solitario, salvaje y prolongado:
¡A love you!

La gigantesca respiración de un dragón herido
abre esta pieza que deriva en frenética lucha
acompañada por destrozos en toda la cueva
culpa de la batería enloquecida.
Otra vez la cuenta atrás.
Al fondo ruge un mar furioso
batiendo contra la playa.
Una voz perversa, ferozmente afectada,
grita algo provocativo
y lo repite con excitada agresividad.
En este mar de wisqui sobrenada el punteo
empujado por la distorsión inevitable,
los perversos gallitos del solista
siguen alimentando equívocos,
los pies no pueden parar…

Aplausos, cuenta atrás y …¡caña!

La olla está a punto de estallar,
la ventana vibra fuertemente.
Una voz de cristal estalla en monosílabos
y se estremece con una brisa extraña.
La batería imperturbable.
El solista vuelve a sus desafinadas melodías.
La rítmica sigue siendo caracola de mar.
Vuelven las órdenes de mando
sobre las tropas oyentes.
Su mensaje incomprensible,
su inglés desconocido,
su sonido dislocado…
Vuelven como niños traviesos
que juegan y son jugados.


CANCIÓN 


No hay comentarios:

Publicar un comentario