Encontré los archivos de mi viejo teléfono
abrí la carpeta de mi colección de canciones
y allí, la Casa del Sol Naciente, se presentó
viajando desde el recuerdo.
Aquella canción me bañaba de ternura
y su desgarro desataba mi llanto.
Juro que te vi, linda muchacha, mirando
el amanecer desde la ventana
junto a un hombre distinto cada mañana.
Eras inglesa, francesa, hispana;
quizás una joven granjera de Lousiana
de aire melancólico, de ojos tristes,
cantabas canciones con voz cálida
con letras de perdición y de fracaso.
Quise saber la verdad de tu leyenda
busqué la historia de tu canción
¡Oh, tantos otros la cantaron,
tantas veces la cambiaron!
Pero siempre era una historia triste
de perdición y de fracaso,
de una casa en Nueva Orleans,
la morada de la perdición y el fracaso
para los que malgastaron la vida en una apuesta.
No saber inglés es lo que tiene
la música te guía por los sueños,
pero notas el sabor del vino del fracaso
y respiras el aroma de las rosas marchitas.
Leo que El Sol naciente es una casa de juegos
o una casa de citas ¡qué más da!
Por dinero venden la vida los muchachos
y las muchachas por igual.
Apartar vuestras vidas del pecado, nos adviertes,
no vayáis a la Casa del Sol Naciente...
Pero yo, cuando te escucho, iría a buscarte.
Hay una casa en Nueva Orleans/ que la llaman El Sol Naciente/ y ha sido la ruina de muchos pobres chicos-chicas/ y Dios sabe que soy uno de ellos.// Mi madre fue costurera,/ cosió mis vaqueros nuevos,/ mi padre fue un jugador/ en Nueva Orleans.// Lo único que necesita un tahúr/ es una maleta y un baúl,/ y el único momento en que está satisfecho/ es cuando está bebido.// Oh madre, dile a tus hijos/ que no hagan lo que yo he hecho,/ pasar vuestras vidas en el pecado y en la miseria/ en la Casa del Sol Naciente…
Ande yo caliente, ríase la gente.
ResponderEliminarNos vemos en la casa del sol naciente.