Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
Enhiesto surtidor que quita el sueño
y acongoja tu cuerpo con su lanza.
Alto ciprés que a las alturas se lanza
relevado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, puntal y leño,
vaso de sed, deseo y añoranza,
árbol de amor, semillas de la holganza,
flor de mis deseos del jardín con dueño.
Cuando te alzaste fiero, duro, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y explotar en ti, vuelto cristales.
Arma a punto que me tiene en vilo,
que te acosa con disparos verticales:
rinde su ataque y te suplica asilo.
Remedo del famoso poema de Gerardo Diego.
ResponderEliminarNo he podido evitar esta erótica parodia; siempre me que lo visito me sugiere un contenido más erótico que espiritual. Lo siento por los puristas y los profundamente religiosos: la carne es la carne.