martes, 15 de noviembre de 2022

El canto del arpista ciego




Cuando los arqueólogos descubrieron la tumba del alto funcionario Paatenemheb de la época de Akenatón (1353-1336 a.C.) en Amarna, encontraron grabado en sus paredes un hermoso y extraño poema junto a un bajorrelieve de un arpista ciego. Se le conoce como el Canto del Arpista, y en su primera línea se afirma que el texto está copiado de la tumba, dos siglos anterior, del rey Intef.

Este rey era posiblemente  Intef VII (Sejemra-Herhormaat Intef, de breve reinado, entre los años 1593 y 1588 a.C. sobre el Alto Egipto con capital en Tebas). Es el texto más antiguo de este tipo de composiciones que aparecen en tumbas, estelas y papiros, siempre junto a dibujos de arpistas ciegos. 

Son poemas y canciones que intentan tranquilizar al dueño de la tumba sobre su destino después de la muerte, a modo de alabanza. Sin embargo, el Canto del Arpista en la tumba del faraón Intef es extrañamente escéptico y pesimista sobre nuestro destino en el más allá y anima a disfrutar del presente, del día a día. Comienza de forma similar y casi con las mismas palabras que las "Coplas a la muerte de su padre" de Jorge Manrique para pasar posteriormente a proclamar el mismo mensaje del "Hoy comamos y bebamos que  mañana moriremos" de nuestro Juan del Encina. En resumidas cuentas, un antecedente luminoso del "Carpe diem" latino. ¿No sorprende que algunos hombres adoptaran esta filosofía desde tiempo inmemorial? Y más aún: ¿Cómo es posible que osaran expresarla en una civilización donde el culto a la muerte y el más allá era más que una creencia: una religión en esencia? Nos encontramos ante un poeta blasfemo, pero valiente y lúcido.


Esta es una adaptación de una de las traducciones existentes. 

Una tras otra, todas las generaciones mueren y otras ocupan sucesivamente su lugar. Los dioses que reinaron antiguamente reposan en sus pirámides; los nobles y favorecidos por la fortuna en vida, están ahora enterrados en sus tumbas. Sus moradas desaparecieron de su emplazamiento ¿qué fue de ellas?

He leído las palabras de Imhotep y de Hardeder citadas en los proverbios: ellas han sobrevivido a todo; pero ¿qué fue de sus posesiones? Los muros de sus palacios se han desplomado, sus títulos han desaparecido como si nunca hubieran existido: ninguno vuelve de allá abajo y nos cuenta cuál es su suerte, sus necesidades... nada tranquiliza nuestro corazón sobre el camino que siguieron.

Que tu corazón, por tanto, se apacigüe. El olvido es misericordioso. Obedece a tu instinto tanto como te sea posible: Unge tu frente con mirra, vístete con lino fino, perfúmate... rodéate de las maravillas reservadas a los dioses. Disfruta, no dejes que tu corazón languidezca. Alcanza tus deseos y tu felicidad, colma tu destino sobre la tierra. No pienses en la muerte hasta el día de su encuentro inevitable. En el día señalado tu grito no te salvará de la tumba; pero te quedará el resto para ser disfrutados. Haz, pues, del día una fiesta y nunca te hartes gozar. Mira: ¡nadie se lleva consigo sus bienes, ninguno vuelve de los que se han ido!

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