Si un vago fulgor de mis huesos resplandece
y al polvo de mis restos pone nombre,
si antiguas pistas del que fuera un hombre
confirmaran que a mí me pertenecen;
¡Qué más da! Ya nada me envanece,
ya no hay nada en este mundo que me asombre,
ya no importan ni la fama ni el renombre;
solo importa que alguien llore y alguien rece.
Tomad mi cuerpo, que también lo hicieron
la bala de arcabuz, el moro fiero,
las mazmorras de Argel, la cárcel fría...
Jugad el puzle de la osamenta mía:
mi espíritu libre, burló al sepulturero,
en los sueños de un viejo caballero.