Si un vago fulgor de mis huesos resplandece
y al polvo de mis restos pone nombre,
si antiguas pistas del que fuera un hombre
confirmaran que a mí me pertenecen;
¡Qué más da! Ya nada me envanece,
ya no hay nada en este mundo que me asombre,
ya no importan ni la fama ni el renombre;
solo importa que alguien llore y alguien rece.
Tomad mi cuerpo, que también lo hicieron
la bala de arcabuz, el moro fiero,
las mazmorras de Argel, la cárcel fría...
Jugad el puzle de la osamenta mía:
mi espíritu libre, burló al sepulturero,
en los sueños de un viejo caballero.
¡Genial!
ResponderEliminarLa tumba no sé dónde estará, la cuna dicen que fue en Alcalá.
Saludos desde Alcalá de Henares, cuna de Cervantes.
Nunca se igualará el soneto de Quevedo (Amor constante más allá de la muerte), probablemente el mejor soneto en el idioma castellano, pero no me ha quedado mal.
ResponderEliminarCerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
El poema es del año pasado. Recuerdo la polémica y la expectación que surgieron en la búsqueda de los restos de Cervantes en la iglesia de las Trinitarias en Madrid. La fotografía de este revoltijo de calavera y huesos entre maderas apolilladas provocan pena, y en todo caso indiferencia. Las auténticas reliquias del escritor están realmente en sus obras.
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